martes, 24 de noviembre de 2015

ANA ISABEL ILLUECA (ARTÍCULO POR EL MES DE LA PATRIA)


ANA ISABEL ILLUECA
(1903-1994)

 Ana Isabel Illueca

Nació en 1903, en la ciudad de Panamá. Estudió en Panamá. En la Escuela Normal de Institutoras recibió su título de maestra de Enseñanza Primaria; y, en 1944, se graduó de profesora de español en la Universidad Nacional de Panamá. Dedicada plenamente a la enseñanza, ha sido profesora de la Escuela de Artes y Oficios Melchor Lasso de la Vega y del Instituto Nacional de Panamá, donde se le rindió homenaje al ser declarada supernumeraria después de veintinueve años de labor educativa. Durante muchos meses, en rigor por cerca de tres años, dirigió una página poética en la revista Acercamiento, prestando con ello un real servicio a las letras nacionales.

En sus años de maestra de Primaria compuso poemas infantiles, como El Limpiabotas, El Vendedor de Periódicos, La Oración de la Maestra y Pininos.

Ana Isabel Illueca ha consagrado su nombre con los poemas de motivos típicos panameños basados en el costumbrismo criollo. Su musa, henchida de patriótico sentir, permite considerarla como la "poetisa campesina panameña".

Su obra literaria, conocida por periódicos y revistas del Continente, ha sido recopilada por la poetisa en una Antología expresiva de su personalidad.

Su poesía contiene rebeldía social, impregnada del sabor de las tierras y de los sentires campesinos de Panamá. En el decir poético, sencillo y sin artificios, vibra el dulce cantar entristecido de pesares amargos. Tiene su poesía la humildad orgullosa de los patrios lares.
Poetisa popular, Ana Isabel Illueca dice con mucha entereza cuanto piensa y siente. Su poesía no es fuga de la realidad; es tan sólo la glosa de sus vivencias. Como dice en la "Introducción" a su Antología Poética, "aquí no hay sueños... se nutrió de realidades".

Murió el 25 de septiembre de 1994.

Si Yo Fuera Hombre, por
Ana Isabel Illueca

Si yo fuera hombre, sería aventurero
sediento de mundo, ansioso de amor;
me hartaría de mares, de tierra y de cielo
y entre mil placeres ahogaría el dolor.

Si yo fuera hombre nunca tendría vallas...
Nadie me diría:"No puedes pasar"...
Saltando los fosos, borrando las rayas
seguiría adelante sin jamás cesar.

Si yo fuera hombre, la fuerza que traba
esta rebeldía que tengo en mi ser,
sería cual seda, de sutil y vaga,
que mi recia mano podría deshacer.

Yo envidio tu cuerpo fuerte y resistente...
tu caja toráxica ancha y varonil...
tu brazo de atleta...tu mano potente
que estrecha la mía, sincera y gentil.

Te miro...te miro...Mis ojos se alargan
de ansias de ser hombre como lo eres tú...
Tener la grandiosa cualidad del agua
del mar, que revienta con furia la barra
y arrulla la arena con su blanco tul.

Si yo fuera hombre, yo me haría tu hermano,
partiría contigo sueño y realidad...
viviría la vida sin este desgano
y esta sed de muerte y de eternidad.


El Montuno, por
Ana Isabel Illueca

¿Serrano?... ¿Montañés?... ¿Llanero?...
Montuno...
Hijo del pueblo...
masa de labradores...
de boyeros...
que tiene de esperanza
el horizonte
y de techumbre
el cielo
que derrama el maná
de sus estrellas
como lluvia de amor
sobre sus pechos.

La chola lo vistió

con algodón nativo
sembrado por sus manos
en el huerto;
hiló la fibra blanca
con los gruesos cordones
de sus dedos,
y en el telar de cañas
entretejió los hilos
amarillos y espesos
para hacer el calzón
y la camisa
de su hombre... el labriego;
y luego con la gracia
de su alma hecha de aromas
y gorjeos,
le adornó la pechera
y los puños
y el cuello
con puntadas de cruz,
simulando avecillas
y ramajes... y aleros.

El cuero de la bestia
que pateó la sabana
y se hartó de potreros,
le sirvió para hacerse
las cutarras
que defienden sus plantas
de la brasa candente
de su suelo;
y la mochila
que sesgó en su hombro
para guardar la pipa y la merienda,
junto con el “brillante”
que cubre su cabeza,
forman del orejano
la agreste vestimenta.

¿Serrano?... ¿Montañés?... ¿Llanero?
Montuno.
Hijo del campo, del sol y del potrero...
El machete
es tu arma de combate:
Con él limpias el suelo,
entierras la semilla,
cortas el fruto bueno
que alimenta los hijos
que dejaste en el rancho
dormidos por el río
y mecidos de tarde
por el viento.

Sobre tu piel bronceada
el sol tostó
con el verano al Tiempo;
y te quemó las plantas,
y te puso rojizos
los cabellos,
y tu carne fue brasa
de una hoguera
que se agota en silencio...
No hay un grito de angustia
en esos labios secos...
Sólo hay una “saloma”
que parte en dos los nervios...

Tú conoces la lluvia
del tropical invierno...

Ese gotear constante
que se cala en los huesos
y adormece la carne lastimada
con su golpear intenso...
No hay un grito de angustia
en esos labios yertos.
Sólo hay una “saloma”
que parte en dos los nervios...

Nadie aún compadece tu fatiga...
Para ver tu bregar
todos son ciegos...

Nadie busca los medios
de hacerte suave el peso,
y sin embargo
tu eres el labriego
que manda a las ciudades
el pan que han de comerse
esos hambrientos
que no saben de soles,
ni de lluvia,
ni de luchas,
ni de arrancar del suelo
el grano que humedecen
los sudores
De los hombres del campo
a través del espacio y de los tiempos.

Montuno... orejano...
¡Pedazo de mi carne
y de mis huesos!...
Lanza un grito furioso
para que te oigan
y te vean los ciegos
que en la hamaca de juncos
se adormecen con tu “saloma”
que rasgó mis nervios.

Del libro: Antología Poética

Patria, por
Ana Isabel Illueca

Patria mía: Tú no eres el recuerdo.
Eres la realidad clara y escueta
de una tierra horadada en sus entrañas
sin permiso a poner sobre esa grieta
la gasa tricolor de su bandera.

Estás aquí, pletórica de penas,
déjame oír tu queja en la saloma
desde los montes y las sementeras,
donde en tonadas y entre socavones
derrama el campesino sus endechas.

Estás en las estatuas de los próceres
que te hicieron surgir radiante y bella;
en el grito de reto de los jóvenes,
en la voz de los niños de la escuela;
y en el coraje de las panameñas.

Estás en la campiña interiorana
que espera redención para sus tierras;
en la mansión de gente adinerada;
en el cuarto mordido de miseria
y en la ciudad que se levanta enhiesta.

Y aunque eres pequeñita, tú eres grande
a pesar de que un istmo representas;
porque uniendo las costas de dos mares
tu canal es un lazo hecho de piedra
que a los pueblos del orbe los acerca.

Serás grande a través del patriotismo
de los hijos nacidos en tu predio.
No tendrás más caínes que te hieran
con palabras falaces ni con yerros,
ni judas que te vendan por dinero.

Serás grande a través del patriotismo
de los hijos nacidos en tu predio,
porque la juventud tiene tu Istmo
incrustado en las fibras de sus nervios
y sabrá a toda costa defenderlo.

Serás grande porque hemos de empinarte
con el valor que siempre da el derecho,
más allá de la fuerza y la potencia
que quiere socavar ideales viejos.
Más allá de la fuerza están los hechos!

Patria mía: pequeña cual orquídea
que incuba tus ideales en su seno,
y grande en los anhelos que se incuban
con ardiente fervor entre los pechos
de todos los que somos panameños.

Patria mía: Tú no eres el recuerdo.
Eres la realidad clara y escueta
de una tierra horadada en sus entrañas
sin permiso a poner sobre su grieta
la gasa tricolor de su bandera.

Fuente: http://www.panamapoesia.com/pt09.htm